domingo, 30 de abril de 2017

CS2017 — Etapa 3 (Camino de Corcubión)



¡Hola peregrin@s!

Esta noche os escribimos desde un hotel junto a la playa Langosteira. Sí, esta vez estamos en plan relax en un hotel playero de tres estrellas situado a dos kilómetros de Finisterre. Aquí pernoctaremos esta noche y también mañana.

La etapa de hoy nos ha llevado hasta la costa, Corcubión, a unos 8 km de nuestro hotel, tras casi 27 km de frío, lluvia, granizo y, a veces, también sol. Pero la jornada de hoy será recordada especialmente por nuestra celebración, hace tan solo unos minutos, del décimo aniversario de nuestra primera etapa del Camino. Más adelante os comento los detalles...

De momento vamos con el relato de la jornada de hoy...

Desayuno en Mazaricos y traslado a Abeleiroas

La pasada noche ha llovido a mares... agua y más agua, sin parar hasta unos minutos antes de levantarnos en nuestro hotel de Mazaricos. Las etapas del Camino han comenzado a dejar secuela y las tiritas y apósitos del botiquín comienzan a menguar. La peor parada es Isabel, con una gran ampolla en la planta del pie que he tenido que drenar con aguja e hilo en mi papel de responsable del botiquín.

Después de repasar nuestras heridas de guerra, a las 8.30 horas nos hemos bajado al comedor del hotel para desayunar. Se trata de un hotel familiar en el que nos han tratado muy bien en todo momento. Hay un par de chicas que son las que atienden el cotarro y una de ellas nos devolverá en una furgoneta a Abeleiroas, junto con otros peregrinos, para retomar el Camino. Así Toñín no tendrá que madrugar y el coche de apoyo solo lo necesitaremos al final de etapa para desplazarnos a nuestro nuevo hotel.

En el desayuno hemos coincidido con más peregrinos. También hemos encargado unos bocatas que nos comeremos a lo largo de la etapa de hoy. Antes de marcharnos hemos sellado las credenciales y nos hemos despedido de Laura y Toñín, que ya estaban levantados. Ellos se darán un paseo por la costa con la idea de dejarnos el coche de apoyo en Corcubión para que nosotros mismos lo llevemos al hotel de la playa Langosteira.

Poco antes de las nueve y media, la chica del hotel nos deja en Abeleiroas junto con otros peregrinos que andan en sentido contrario a nosotros: ellos van hacia Santiago. Es el momento de iniciar la tercera —y penúltima— etapa del Camino a Finisterre.

Mañana de ponchos

¡Qué bien! ¡No llueve! Eso fue lo primero que pensamos cuando nos pusimos a andar junto a las pocas casas de la pequeña aldea de Abeleiroas a pesar de que el cielo estaba de un gris plomizo. Pero apenas pasaron 7 minutos cuando cayó el primer chaparrón, acompañado de granizo.

Fuimos unos ilusos optimistas bajándonos del vehículo sin los ponchos pues, a los diez minutos, ya estábamos con ellos y a pleno uso. Isabel acababa de estrenar su indumentaria ponchera como peregrina.

A pesar de la pésima cara que nos presentaba el tiempo, nosotros no perdíamos el buen humor y hasta bromeábamos con nuestra suerte. No solo por la lluvia sino también por el frío, que era notorio.

A la media hora alcanzamos la primera referencia de la etapa, el cruceiro de Corzón, en el kilómetro dos, y ya sin lluvia. Y dos kilómetros más adelante llegamos a Ponte Olveira, donde cruzamos el río Xallas y hacemos una pequeña parada en el albergue para sellar las credenciales y tomarnos algo calentito.


A la entrada a ese albergue unas peregrinas extranjeras le dijeron algo a Isabel sobre un guante negro que llevaban en la mano. No conseguimos entenderlas pero más adelante Isabel se dio cuenta de que le faltaba un guante... exactamente el que le estaban mostrando esas peregrinas.

Olveiroa, el pueblo de los hórreos

La siguiente referencia de la etapa, en el kilómetro cinco y medio, es Olveiroa, lugar que muchos peregrinos utilizan como final de la etapa que nosotros recorrimos ayer. La verdad es que entre Abeleiroas, Negreiroa, Olveiroa, Ponte Olveira, etc. tenemos ya un buen lío de nombres que suenan parecido.

A Olveiroa llegamos pasadas las once de la mañana, sin lluvia, y nos sorprendió por la gran cantidad de hórreos de piedra que alberga. Recuerda en eso al pintoresco pueblo de Combarro, en la ría de Pontevedra.



Un rebaño de ovejas nos recibió a la entrada del pueblo. Un poco más adelante, junto a un espectacular hórreo, hay dos albergues. Entramos en uno de ellos donde nos pusieron el sello de los dos.


Por tierras del Xallas

Dejamos atrás Olveiroa y nos vamos internando en una senda solitaria que asciende por la ladera de una montaña hasta una zona de aerogeneradores. Por momentos vuelve a llover cuando no a granizar. Conforme vamos ascendiendo contemplamos abajo el curso del río Xallas completamente encajonado y rodeado de una tupida vegetación.


Las vistas, por momentos, son espectaculares. De vez en cuando coincidimos con algún pequeño grupo de peregrinos.

Tras pasar la zona de aerogeneradores, comienza un tramo de descenso que nos lleva a Logoso, donde hay un albergue-bar con bastantes peregrinos ciclistas. Aquí hacemos una pequeña parada para sellar y tomarnos un refresco. Son las doce y media y nos encontramos en el kilómetro 9 de la etapa.

Toñín nos envía un mensaje diciéndonos que ellos ya están en Corcubión indicándonos la posición del coche de apoyo para que lo recojamos a nuestra llegada. En ese momento hasta nos planteamos quitarnos los ponchos porque parecía que el tiempo mejoraba definitivamente... Pues iba a ser que no...



En medio de la nada

Tras media hora de parón, reanudamos la marcha por el arcén de la carretera. A la altura de la pequeña aldea de Hospital se organiza una nueva granizada. Por suerte estábamos junto a un bar, de modo que llegamos a tiempo para refugiarnos bajo el toldo de su terraza. Coincidencias de la vida, en esa terraza estaba —con otros peregrinos— la peregrina portuguesa de la comida de ayer. La saludamos y, una vez que el tiempo mejoró, nos marchamos. Ese era el último bar que había hasta Cee, ya casi al final de la etapa.

Menos de un kilómetro más adelante llegamos al punto donde se bifurcan los caminos que van a Finisterre y a Muxía, hasta ahora inseparables. Estamos en el kilómetro 11,5 de la etapa y es la una y media de la tarde.

A partir de aquí se inicia un larguísimo tramo de descenso de catorce kilómetros entre tojos, pinos y eucaliptos, sin apenas referencias y, desde luego, sin poblaciones ni establecimientos. Apenas un cruceiro, el de Marco do Couto, en el kilómetro 14, y una ermita más adelante.

Precisamemte, junto a la ermita —la de Nra. Sra. de las Nieves—, en el kilómetro 16 de etapa, aprovechando la presencia de un merendero cercano, nos decidimos a comer los bocatas que Juanma llevaba en su mochila desde el hotel de Mazaricos.

Fue un momento distendido en el que en algún momento se puso a llover... Eso sí, ya casi sin fuerza. Media hora después, reanudamos la marcha. Nos quedan apenas 11 kilómetros para el final de etapa. Mientras tanto, nuestros peregrinos de apoyo —Laura y Toñín— andaban dando buena cuenta de la gastronomía local todavía por Corcubión.

Camino del mar y fin de etapa

Proseguimos la marcha por esta tierra de nadie con la presencia esporádica de algún peregrino ciclista que nos adelatanta hasta llegar a una segunda ermita, la de San Pedro Mártir. Junto a ella había una pequeña cerca que encerraba a dos sociables y curiosos caballos.

Un poco más adelante, a las 16.40 horas, vemos por primera vez la silueta del cabo de Finisterre bañado por el océano Atlántico. Estamos a 5 kilómetros del final de etapa.

A partir de aquí el descenso se acentúa enormemente hasta llegar a Cee una hora después.


Cee y Corcubión están separados entre sí por kilómetro y medio de costa. Una vez que descendimos hasta el mar solo fue seguir el paseo marítimo de Cee para llegar a Corcubión, donde nos esperaban Laura, Toñín y los peques. Eran casi las seis de la tarde.

Tras dar un pequeño paseo con ellos por Corcubión intercambiando impresiones de la etapa de hoy, nos montamos en el coche y nos fuimos para el hotel, distante 8 kilómetros.



Paseo por la playa y cena

Ya en el hotel, tuvimos ocasión de acomodarnos y relajarnos un poco en las habitaciones antes de dar un paseo por la playa. Se trata de la playa Langosteira, a la que se accede por un paso tras cruzar la carretera. Por esta playa discurre el Camino, de modo que mañana nos tocará recorrerla de extremo a extremo.



Ya en la playa la noche se nos echaba encima de modo que decidimos regresar al hotel para cenar allí. El hotel tiene muy buena pinta, el comedor es espacioso con decoración marinera y una pecera grande repleta de marisco vivo que hace las delicias de los niños... y de los no tan niños...

Pero Juanma y yo estábamos especialmente interesados en que la cena se desarrollase en el hotel, con todo más o menos controlado, incluida la complicidad de los camareros a la hora de servirnos para tener cierta libertad de movimientos...

La fiesta de los peregrinos

Y por fin el momento estelar de la jornada...

Pues sí, si ayer se nos alteró el plan previsto, hoy estaba claro que no podía fallar. Sin decir ni una palabra absolutamente a nadie, Juanma y yo habíamos pensado en aprovechar este Camino y, más concretamente, la conmemoración del décimo aniversario en que realizamos la primera etapa (ayer hizo exactamente 10 años), para darnos un pequeño homenaje y repartir entre Los 4 peregrinos unas camisetas conmemorativas con algunas imágenes representativas.

En efecto, un domingo 29 de abril de 2007 realizamos la primera etapa del Camino Francés, entre Saint Jean Pied de Port y Roncesvalles. Y diez años y un día después, esto es, un domingo 30 de abril de 2017, nos reencontrábamos en el Camino Los 4 peregrinos para celebrarlo.


Así que, por sorpresa, a las diez de la noche, cuando ya estábamos sentados en la mesa redonda de la cena, después de pedir nuestros platos y antes de que los camareros trajeran nada, Juanma pronunció unas breves palabras y comenzó a repartir las camisetas a los peregrinos. Sorpresón para todos y un momento cargado de emotividad. Cada camiseta lleva por delante la foto que preside nuestro blog, realizada en esa primera etapa en un albergue francés de los Pirineos. Las comparaciones del entonces y del ahora fueron inmediatas. ¡Qué jóvenes se nos ve!, ¡cómo hemos cambiado! ...

En la parte trasera de cada camiseta hay una foto de nuestras botas que preside el blog del CS2009. Esa foto fue realizada sobre la alfombra de nuestro precioso hotel rural de Mansilla de las Mulas, en León.

Como no podía ser de otra manera, hubo brindis (y después pelotazos) para celebrarlo. Isabel se ofreció para inmortalizar el momento sacando las fotos de los viejos peregrinos. Fue un momento entrañable y para recordar.





Mañana, el Faro del Fin del Mundo

Pues esto es lo que ha pasado hoy. Como podéis ver, ha sido un día muy intenso en todos los aspectos. Mañana será nuestra última etapa. Desde Corcubión hasta el faro de Finisterre. Caminaremos descalzos por la playa Langosteira y subiremos todos, a pie, incluidos Laura, Toñín y los peques, hasta el faro.

El día de mañana promete... Y el de pasado también pues nos volvemos hacia Madrid pero visitando Muxía antes de marcharnos. Como siempre, el relato de la última etapa os lo escribiremos ya desde Madrid.

Así que, en esta ocasión, eso no os lo contaremos ni hoy ni mañana, sino... ¡pasado mañana!

¡Buen Camino!

Videomontaje fotográfico de la etapa
(música de Neil Finn "She will have her way")




sábado, 29 de abril de 2017

CS2017 — Etapa 2 (Camino de Abeleiroas)



¡Hola peregrin@s!

Esta noche os escribimos desde nuestro hotel en el pueblecito coruñés de Mazaricos, en plena Galicia rural. Ahora mismo está lloviendo a cántaros ahí afuera, pero en la etapa de hoy no nos ha caído ni una gota aunque el día, pese al sol, ha sido ventoso y muy fresco. La etapa de hoy ha concluido en una pequeña aldea, Abeleiroas, a tres kilómetros de nuestro hotel. Nada menos que 28 kilómetros de etapa —la más larga de este año— nos hemos metido para el cuerpo. Isabel ya ha registrado su primera ampolla del Camino. ¡Enhorabuena!

Desayuno en Negreira

Una vez más, el despertador del móvil de Isabel, implacable, ha sonado a las 7.45... Hora de levantarse... La maquinaria peregrina se pone en marcha. Desde nuestro coqueto balconcito de la habitación divisamos la calle principal de Negreira, medio vacía, con el ayuntamiento a la vista. El día, fresco y despejado. Como ayer.

Parece que estamos bastante enteros después de la etapa de ayer; así que, a las ocho y media, sin mayor contratiempo bajamos al comedor a desayunar de buffet. Esta vez estamos los tres —Juanma, Isabel y yo— solos, pues la familia peregrina aún está en su habitación; supongo que los peques aún están dormidos y los grandes deben aprovechar la ocasión para descansar también. Ellos bajarán luego.

El desayuno, excelente; con café, tostadas, algo de bollería y zumo. Muy bien para tratarse de una pensión. Antes de marcharnos sellamos nuestras credenciales en la pensión (que recuerdo que también es albergue) y... ¡menudo sello! De los más bonitos que nos han puesto. En él se contempla una imagen del arco del pazo de Negreira, por donde pasaremos dentro de unos minutos para abandonar el pueblo. Ya sabéis que más o menos al final de cada entrada del blog os ponemos una imagen con todos los sellos de la etapa.

¡En marcha!

Pues así las cosas, a las nueve y diez de la mañana dejamos el hotel y nos ponemos en marcha siguiendo la calle principal que nos lleva al pazo de Cotón, que ya visitamos ayer.

Tras cruzar un pequeño río, en seguida llegamos a lo que fue el núcleo original de Negreira, llamado Negreiroa, donde está la bonita iglesia de San Julián.

A partir de aquí surge un precioso tramo boscoso de hoja caduca, habitual por estas latitudes. En esta ocasión se trata de una subida hasta el alto de la Cruz, por donde conectamos de nuevo con la carretera, pasado el kilómetro dos de la etapa.

Este tramo de bosque, además de su belleza, es fuente de inspiración para relatos y leyendas. En particular nos acordamos —sobre todo Isabel— del chiste que contó Toñín en la cena de anoche: los continuos encuentros de un oso gay y un cazador que pretende matarle pero que no tiene ninguna puntería y siempre acaba sucumbiendo a las zumbadas del oso por ahí donde más le duele... Hasta el punto de que el oso ya duda de las verdaderas intenciones del cazador... ¿Será que le gusta que le dé por ahí detrás...? Jajajaja.

Bueno pues entre risas y guasas no solo con el chiste en cuestión sino también sobre quién ronca más, si Juanma o yo —pues según Isabel roncamos los dos (cosa en la que no estoy nada de acuerdo)—, así transcurrieron los primeros kilómetros de la etapa.

De vez en cuando adelantábamos, o éramos adelantados, por más peregrinos. Incluso alguno hacía el Camino al revés, o sea, de Finisterre a Santiago. A lo largo de la etapa pequeñas aldeas, como Zas, se alternaban con preciosos tramos de bosque y arbolado.

En uno de estos trechos de camino en el bosque vimos un conjunto de vacas cachenas, de esas que nos comimos en Pereiro cuando veníamos en el coche desde Madrid. Espectaculares con sus grandes cuernos. Por cierto que por esa zona casi nos topamos de frente con una liebre que corría hacia nosotros y, al vernos, se escondió para reanudar su recorrido más adelante.



Otro de los lugares destacados de estos primeros kilómetros fue el pueblo de A Pena, con su iglesia de San Mamede. Se encuentra en el kilómetro 8 de la etapa de hoy y llegamos a ella pasadas las once de la mañana. Llevamos un ritmo aceptable de marcha y eso que prácticamente no hemos hecho otra cosa que subir.

Primer avituallamiento

La etapa de hoy está plagada de pequeños núcleos rurales, muy pequeños, pero afortunadamente hay varios bares repartidos por todo el recorrido. Habíamos pensado en parar en uno de ellos a encargar unos bocatas para comérnoslos más adelante.

Poco antes de llegar al kilómetro 13 de la etapa, tras un largo tramo de carretera por el que vimos circular a numerosos peregrinos italianos en bicicleta, llegamos a la aldea de Vilaserío: son las doce y media de la mañana. Aquí hay un bar bien dotado donde nos tomamos algún refrigerio, sellamos las credenciales y encargamos unos bocadillos que portará Juanma en su mochila.

La verdad es que se agradece alguna paradita como esta de vez en cuando pero no es conveniente que se haga demasiado larga para no rompernos demasiado el ritmo.




La turboperegrina italiana

Poco antes de la una de la tarde retomamos la marcha, primero por el arcén de la carretera nuevamente y luego por caminos de concentración parcelaria. El paisaje se hace menos "boscoso" y ahora hay más "campo", por decirlo de algún modo.

En el trayecto inmediato a la parada anterior, se nos unió durante unos minutos una joven peregrina italiana que andaba sola y que se hacía etapas de ¡¡40 kilómetros!! habitualmente. Incluso comentó que en alguna llegó a recorrer 70 kilómetros. Para esta mujer, el Camino completo a Finisterre debe ser un aperitivo.

En realidad esta peregrina estuvo hablando con Juanma e Isabel, que iban más adelantados. Yo iba más atrás hablando (con el móvil de Juanma porque el mío está KO) con Laura, para indicarnos su posición. Me comentó que estaba con Toñín y los niños en el bar de Puente Maceira donde comimos nosotros ayer, junto al río. Y para que no haya dudas, nos envió alguna imagen del momento.

Comida en Santa Mariña

Una vez que dejamos, o más bien nos dejó, porque iba como un tiro, la peregrina italiana, nos empezamos a plantear dónde comernos los bocatas que nos habían preparado en Vilaserío. El lugar candidato era Santa Mariña, una pequeña aldea con albergue y bar, situada en el kilómetro 21 de la etapa, a siete de la meta de hoy.

Llegamos a este lugar a las dos y media de la tarde cuando unas amenazadoras nubes negras —que no llegaron a descargar en ningún momento— se cernían sobre nosotros. En la terraza de este bar-albergue nos tomamos unos refrescos junto con los bocatas que llevábamos. El sitio estaba lleno de peregrinos, sobre todo en el interior.

Ya llevábamos una buena paliza encima, se notaba en las caras de cansancio, pero aún nos quedaban unas dos horas de caminata. Antes de reanudar la marcha, sellamos las credenciales y nos quedamos hablando un rato con una simpática peregrina portuguesa que iba a pasar la noche en el albergue.

Cuestas y rodeos

De los siete últimos kilómetros de esta etapa no nos olvidaremos fácilmente. En primer lugar hay que retomar la carretera para después seguir una pista bastante empinada que va cruzando varias pequeñas aldeas como Bon Xesús y Gueima.

Por cierto que en este tramo vimos una de las escenas simpáticas de la jornada: dos vacas asomadas a una misma ventana observando el paso de los peregrinos...

La pista empinada concluía en la aldea de Vilar do Castro y aquí surge un desvío, que sabíamos que nos íbamos a encontrar, pero del que no conocíamos su perfil: resultó ser una larguísima cuesta que rodeaba literalmente el monte.

Es decir, cuesta por un lado, y además, para dar un rodeo ya que el paso principal estaba cerrado. ¡Menuda faena! A más de uno se le hizo eterno este tramo y, en particular, a un grupo de peregrinos portugueses a los que adelantamos y que llevaban unas caras que lo decían todo.



Desde la parte alta de este tramo se divisaba el río Xallas, que cruzaremos mañana, y el embalse de la Fervenza. En Galicia las fervenzas son las cascadas, y el río Xallas es conocido por ser el único en toda Europa que desemboca en el mar formando una espectacular cascada: la cascada de Ézaro.

Llegada a Abeleiroas

Los últimos tres kilómetros de etapa fueron de un descenso más bien caótico por en medio del monte. Veíamos casas y desvíos no señalizados de modo que en algún momento nos surgió la duda de por dónde debíamos caminar. Habíamos quedado en avisar a Toñín para que nos viniera a recoger cuando llegásemos a nuestro destino ya que ellos ya estaban en nuestro hotel de Mazaricos, a tres kilómetros del final de etapa de hoy.

Abeleiroas es una aldea muy pequeña que no aparece señalizada por ninguna parte. En nuestro cuaderno de ruta ya nos advertían del pequeño caos de esta zona. El caso es que acabamos por alcanzar una pista sin tener claro para dónde tirar... y, de repente... ¡sorpresa!



Justo por detrás de nosotros, tocándonos el claxon, aparece Toñín con el coche de apoyo que, por lo visto, también estaba dando vueltas por la zona para encontrar nuestra meta de hoy, Abeleiroas. Pero aún no estábamos en ella sino en la aldea contigua, Porteliñas. Preguntamos a una señora que salía de una casa cercana en ese momento y nos indicó que Abeleiroas estaba justo al subir la cuesta siguiendo la carretera, a 300 metros.

Así que, para cumplir con la etapa de hoy, recorrimos esos trescientos metros finales hasta llegar a nuestra meta, donde ya nos esperaba de nuevo Toñín. Eran las cinco y cuarto de la tarde y nos acabábamos de liquidar una etapa de 28 kilómetros.



Tarde-noche en Mazaricos

Apenas un cuarto de hora nos llevó llegar a nuestro hotel de Mazaricos, la capital del municipio, donde estaban Laura con los niños para darnos la bienvenida.

Mazaricos es el típico pueblecito de la Galicia rural. Nuestro hotel estaba bien situado y disponía de una zona verde con columpios y algún entretenimiento para los niños. Nosotros nos quedamos en la habitación para descansar y asearnos un poco mientras Laura y su familia se quedaron con los peques en la zona ajardinada.

Ya en la habitación Isabel pudo constatar su primera ampolla del viaje, en la planta de un pie. Habrá que tratársela para que la cosa no vaya a mayores. Lo que sí que va empeorando es el tiempo, el cielo está negro y empiezan a caer las primeras gotas de lluvia. Parece que el resto de la jornada de hoy va a transcurrir en el hotel.



Tras descansar un rato en la habitación, Juanma y yo nos bajamos a la cafetería del hotel donde estaban Laura y Toñín con los niños. A Laura se la veía bastante cansada y ya dijo que se iba a recoger pronto, una vez que cenasen los niños.

Esto nos trastocó a Juanma y a mí los planes porque queríamos celebrar que justamente un día como hoy, pero de hace diez años, iniciamos y concluimos la primera etapa del Camino de Santiago, de Saint Jean a Roncesvalles. De hecho Juanma tenía preparadas unas camisetas conmemorativas para Los 4 peregrinos, así que tendremos que dejar la celebración para mañana, donde estaremos alojados (por dos noches) en un hotel de playa, muy cerca de Finisterre.

Hoy sábado había jornada futbolera así que os podéis imaginar cómo transcurrió la tarde. Entre cervezas (y pizzas para los peques) estuvimos viendo el partido del Atlético en Las Palmas (0-5). Luego se unió Isabel, más tarde se fueron Laura y los peques a la habitación y, poco antes de las nueve de la noche, pasamos al comedor para cenar los que quedábamos, o sea, Toñín, Juanma, Isabel y yo. Estábamos prácticamente solos en el comedor y nos echamos unas buenas risas.

Isabel no se quedó para los cubatas porque también estaba destrozada de la larga etapa de hoy, así que nos quedamos solos los Tres Mosqueteros viendo un Espanyol-Barça (0-3) en la tele a cubata limpio. Por cierto que, al acabar el partido, la pantalla de la tele se quedó varios minutos congelada con una imagen de Jordi Alba, el defensa del Barça, que recordaba al cazador del chiste del oso.

Y mañana... ¡el mar!

Bueno, pues ya estamos de vuelta en la habitación, con unos cuantos cubatitos encima... Además, ahora mismo está lloviendo mucho. Nos tememos lo peor para la etapa de mañana en que llegaremos al mar, a Corcubión, tras 26 kilómetros y medio de recorrido.

Mañana y pasado estaremos alojados en un hotel de la playa Langosteira, por donde pasa el Camino justo antes de entrar en el pueblo de Finisterre. Pinta bien, desde luego. Además, a ver si conseguimos hacer esa pequeña celebración que tenemos pendiente...

Pero, ya sabéis, eso no os lo contaremos hoy sino... ¡mañana!

¡Buen Camino!

Videomontaje fotográfico de la etapa
(música de Foreigner "Waiting for a girl like you")





viernes, 28 de abril de 2017

CS2017 — Etapa 1 (Camino de Negreira)



¡Hola peregrin@s!

Os escribimos desde Negreira, un pueblecito situado a 21 kilómetros de Santiago, hasta donde nos ha llevado la primera etapa del Camino finisterrano 2017.

La etapa creo que la hemos llevado bien, pese a la dura cuesta que había a pocos kilómetros del final y que podéis observar en el perfil que os ponemos arriba. El día ha permanecido soleado pero también fresco y algo ventoso.

Así ha transcurrido esta primera jornada...

Desayuno en Santiago

A las 7.45 horas suena el despertador en nuestra habitación triple de Santiago. En la habitación contigua está la familia peregrina. En esta ocasión desayunará con nosotros Toñín, ya que tiene que arreglar unas cosas del trabajo. Hemos quedado con él a las 8.30 horas.

Para ser nuestra primera vez en una habitación triple, Isabel, Juanma y yo no nos hemos organizado mal a la hora de ir al baño, compartir los mejunjes y todas esas cosas. El caso es que con una inusual puntualidad peregrina, a las ocho y media estábamos todos listos para bajar a desayunar. A la salida de nuestro hostal, Isabel deja su mochila en el maletero del coche de apoyo quedándose con otra más pequeña, que es la que utilizará para caminar.

El lugar elegido para nuestro primer desayuno fue una emblemática cafetería compostelana: Dakar, habitual punto final de la ruta París-Dakar en Santiago... ya sabéis, varios grupos de borrach... amigos que compiten a ver quién aguanta más vinos en todos los bares del casco viejo santiagués, desde el bar París hasta el bar Dakar.

Son más de 100 bares, así que os podéis imaginar cómo pueden acabar algunos.

El caso es que en esta ocasión aprovechamos nuestra presencia en el Dakar no para embolingarnos sino para tomarnos unos suculentos desayunos con café, zumo y cruasanes, y echarnos las primeras risas del Camino. Pasados unos minutos de las nueve de la mañana nos disponemos a iniciar la caminata.

Despedida de Santiago

La idea es iniciar este Camino de Finisterre desde la Oficina del Peregrino, sita detrás del Parador de Turismo, ya que así podremos estampar en ese lugar nuestro primer sello de la credencial. Pero antes nos detendremos unos minutos en la catedral para realizar una visita relámpago. Está en obras por todas partes. Qué pena... a ver si terminan pronto.

Nos acompañó hasta allí Toñín, que se quedó fuera vigilando las mochilas, ya que no las dejan introducir en el templo. A la salida, nos despedimos de él hasta la tarde y los tres peregrinos nos ponemos en marcha.

A las 9.40 horas llegamos a la Oficina del Peregrino y, tras veinte minutos de tediosa espera haciendo cola, a las diez de la mañana salimos de allí con nuestro primer sello de la credencial. Por cierto, que este sello no pasará a la historia como el mejor del Camino precisamente... ¡Qué cutre!


¡En marcha!

Por fin, a las diez de la mañana, damos por iniciada esta primera etapa que, en sus primeros metros, deambula por las proximidades de la iglesia de San Fructuoso, muy cerca de la catedral. Poco a poco, las empedradas calles compostelanas nos van sacando de la ciudad hacia el oeste.

En seguida se alcanza una bonita zona verde con robledales y fuentes, y el primer mojón que indica la distancia a Finisterre y a Muxía. Y de allí surge una senda que atraviesa más zonas verdes y cruza un riachuelo.


Casi sin darnos cuenta llegamos a la cercana aldea de Sarela da Baixo, a más de dos kilómetros de Compostela y desde donde podemos contemplar por última vez la silueta de la catedral. Son las once menos cuarto de la mañana.

La etapa de hoy es un ir y venir continuo de pequeñas aldeas y núcleos rurales de población, con pequeñas subidas y bajadas por pistas de tierra, caminos por el monte y, en algún momento, también el asfalto de la cuneta.

El ritmo de caminata es tranquilo. Isabel se queja un poquito de vez en cuando, pero más o menos parece que va aguantando bien, pese a sus temores de la víspera. Normalmente ella cierra la comitiva pero siempre la mantenemos en contacto visual. Además va pertechada con un cargamento de almendras que no duda en ofrecer al resto de peregrinos.



La gran cuesta

La cuesta de esta edición del Camino tiene un nombre propio: el Mar de Ovellas, y es el cuestón que se aprecia sin más que echarle un vistazo al perfil de la etapa de hoy.

Tras varios repechos previos, por fin, a las 13.15 horas nos hallábamos frente a la madre de todas las cuestas... de este año. El entorno es muy bonito, en medio del bosque. La cuesta se hace por momentos muy dura y acaba desembocando en la carretera, por donde asciende todavía otro kilómetro más.

Unos metros antes de hacer cima, a las 13.45 h, encontramos una fuente que nos vino de miedo para hidratarnos un poco. Allí hicimos un pequeño descanso que aprovechamos para telefomear al resto de la expedición. Laura nos contó que ya estaban en Negreira con los dos coches, y que se quedarían allí para comer.

Nosotros teníamos pensado parar en el cercano Ponte Maceira para comer allí en un sitio muy chulo que hay junto al puente. Aún nos faltaban tres kilómetros para llegar a ese lugar... Retomamos la marcha y en un santiamén ya estábamos en lo alto del puerto. Otra cuesta para la colección. El Mar de Ovellas también ha caído.



El espectacular puente sobre el Tambre

Si había un sitio que teníamos marcado en la etapa de hoy, ese es Puente Maceira, un precioso lugar con un puente medieval impresionante del siglo XIV —sobre el río Tambre— que varias veces se ha venido abajo por la fuerza de las aguas.

Junto al puente hay un idílico bar-restaurante que combina un ambiente chill out con un cierto gusto por lo tradicional. Su terraza fue el lugar elegido para comer. La gastronomía gallega de siempre con un toque de modernidad en un lugar incomparable junto a la cascada del río. Son las dos y media de la tarde y desde aquí nos restan cuatro kilómetros para finalizar la etapa.



Tras dar buena cuenta de la gastronomía local y sellar allí nuestras credenciales, a las cuatro de la tarde reiniciamos el camino que cruza el río por el puente medieval. En la otra orilla nos espera la capilla del Carmen, del siglo XVIII, y cerca de ella, el pazo de Baladrón.

Los últimos kilómetros de la etapa de hoy

Con la comida aún en el estómago, el camino discurre cercano al río por un entorno arbolado muy bonito. Entre la vegetación parecen
adivinarse los ojos de otro puente.

Isabel, gran amante de la naturaleza, no repara en dar abrazos a todos los árboles, en plan oso Yogui. La verdad es que este tramo de etapa fue una auténtica maravilla... hasta que desembocó en la carretera.

Los últimos dos kilómetros discurrieron por pistas y arcenes de carretera hasta llegar a Chancela, a un kilómetro de Negreira, donde cabe destacar un nuevo pazo y otro albergue pintoresco donde pusimos el último sello —por hoy— en nuestras credenciales.

Negreira está a un paso, frente a nosotros... A eso de las cinco y cuarto de la tarde, tras recorrer algunas de las calles principales del pueblo, llegamos a nuestro hotel. En una habitación cercana a la nuestra está Laura, con Toñín y los peques dando cuenta de una buena siesta. La primera etapa ha concluido.

En Negreira estamos alojados en una pensión-albergue que está muy, pero que muy, bien. Ya quisieran algunos hoteles de más categoría tener los servicios de esta pensión. El cuarto de baño de nuestra habitación, gigantesco, con recursos para discapacitados.

Negreira por la tarde

Como es habitual en los finales de etapa, nada más llegar, siesta y ducha relajante para cada uno de los peregrinos. En mi caso tuve tiempo para pelearme telefónicamente con los inútiles de mi compañía telefónica, utilizando los móviles de mis compis. Nada, no hay manera. Este año está claro que estaré sin móvil. Son incapaces de reactivarme la tarjeta del móvil que ellos unilateralmente decidieron desactivarme.


También es habitual en las tardes del Camino coincidir con algún partido de Rafa Nadal en la tele. En esta ocasión no iba a ser menos. Entre ronquido y ronquido de la siesta de Juanma, Nadal permanecía impasible en la tele dando buena cuenta de un coreano para plantarse en la semifinal del Conde de Godó. Por cierto, que de los ronquidos tendremos que hablar en otro momento. Isabel dice que yo también ronco... que no solo es Juanma.... Juajuajuas... ¡Lo habrá soñado! Jojojojo...

Mientras Juanma e Isabel terminaban de arreglarse para salir a dar una vuelta por el pueblo, yo me adelanté y bajé a un parque cercano donde estaban el resto de peregrinos... Y los peques José Antonio y Alejandro en una pista de fútbol sala dando patadas al balón. De vez en cuando nos animábamos Toñín y yo a disparar algún tiro pero está claro que nuestros mejores tiempos futboleros han quedado bastante atrás... De hecho, por milímetros no le di un balonazo en toda la cara al pobre Alejandro... ¡Qué vergüenza si le llego a dar! Y lo más curioso es que el pequeñín ni se enteró de lo que le pudo venir encima.



A la media hora aparecieron por allí Juanma e Isabel y todos juntos paseamos por el pueblo. Destaca un gran pazo, para variar: el pazo de Cotón, por donde tendremos que salir mañana.



El entorno es bonito aunque algo decadente. Sin duda, vivió tiempos mejores. En particular lo digo por una enorme bodega que hay junto al pazo y que hoy está cerrada. Seguro que en sus buenos momentos era uno de los puntos de reunión de la gente de la zona.

Empieza a caer la tarde y se nota cierta rasquilla conforme va desapareciendo el sol... Se acerca la hora de la cena.

Negreira por la noche

A las nueve y media de la noche pasamos a cenar a un restaurante de Negreira recomendado por la Guía Michelín. Se trata de Casa Barqueiro, un bonito establecimiento al que le había echado el ojo Toñín cuando llegaron al pueblo esta tarde.

La parte de la barra del bar estaba completamente llena, así que nos metimos en el salón comedor, donde destaca una fotografía del puente de Maceira que ocupa toda la pared del fondo. Curiosa también la imagen de los urinarios masculinos que había en el WC.

En este restaurante nos tomamos unas buenas raciones de productos de la tierra y tuvimos ocasión de brindar con un excelente Albariño. También cayó algún que otro pelotazo de tierras no gallegas, pero sí celtas como ellas. Alrededor de las once de la noche nos recogimos todos menos Isabel que se había marchado un poco antes porque estaba bastante cansada. Para ella esta era su primera etapa de siempre en el Camino.



Mañana, la etapa reina

Pues así ha transcurrido nuestra primera jornada jacobea. Llega la hora de meterse en el sobre para recuperarse de cara a la etapa de mañana...

Y la de mañana es la etapa más larga de esta edición del Camino: 28 kilómetros por la Galicia profunda hasta la aldea de Abeleiroas, donde nos tendrá que recoger el coche de apoyo, pues nuestro hotel está a tres kilómetros de allí.

El tiempo parece que seguirá fresco y a lo largo del día llegarán las primeras amenazas serias de lluvia. Pero, ya sabéis, todo eso no os lo contaremos hoy... sino ¡mañana!

¡Buen Camino!

Videomontaje fotográfico de la etapa
(música de The Cranberries "Linger")