sábado, 4 de mayo de 2013

CS2013 — Etapa 7 (Camino de Compostela)


¡Hola peregrin@s!

Pues sí, ya tenemos otra cruz en nuestra colección. Ayer viernes se ha consumado nuestra segunda visita a Santiago de Compostela completando un nuevo Camino, en esta ocasión, el Camino Portugués. Fue una etapa que mantuvo la tónica de las anteriores: buen tiempo, bonitos paisajes y, el último día, con mayor abundancia de peregrinos. Y, también, un pelín cansados al final.

Prácticamente toda la etapa fue de suave ascenso, pero ni lo hemos notado apenas. Quizás los últimos kilómetros se nos han hecho algo más pesados por el cansancio acumulado y porque el sol apretaba cada vez más. Pero el caso es que hemos conseguido terminar un nuevo Camino.

Hoy sábado hemos regresado a Madrid en un autobús con un recorrido pesadísimo. Ya os lo cuento más adelante.  De momento os dejo con el relato de lo que fue la última etapa, recorrida ayer viernes 3 de mayo de 2013.

El inicio de la última etapa

Nuestro último madrugón fue el mayor de todos. Nada menos que a las ocho y veinte de la mañana ya estábamos con las mochilas y los bordones preparados para abandonar nuestro hotel padronés.

Desayunamos en una cafetería cercana y, sin demorarnos en exceso, partimos hacia Santiago. Nos espera la etapa más larga, casi 24 kilómetros, y nuestra intención es conseguir llegar a Santiago para la hora de comer.

Iria Flavia, la cuna de Don Camilo

Abandonamos Padrón y prácticamente, sin solución de continuidad, nos encontramos con las primeras casas de Iria Flavia, la población vecina, cuna del Premio Nobel Camilo José Cela.

Esta villa, de origen romano, lugar donde tiene su sede la fundación Camilo José Cela, cuenta con la preciosa colegiata de Santa María de Iria y, junto a ella, una pequeña necrópolis.


Poco a poco nos vamos alejando del lugar siguiendo las vías del tren, nuestras fieles acompañantes a lo largo de esta edición del Camino de Santiago.


El santuario de A Escravitude

La siguiente referencia de la etapa de hoy es el santuario mariano de la Esclavitud (en gallego, A Escravitude). Hasta llegar a él debemos caminar paralelos a nuestra también inseparable carretera nacional 550 y, por supuesto, sin perder de vista las vías del tren, atravesando pequeñas aldeas.

En seguida divisamos las agujas del Santuario, al que llegamos a las diez y media de la mañana. El sonido de las locomotoras delata la cercana presencia de la estación de tren y del centro ferroviario que tiene Renfe en la zona.

El Santuario se levantó en el siglo XVIII sobre una fuente milagrosa. Por desgracia, nos encontramos con que está cerrado de modo que el sello del lugar nos lo ponen en el edificio contiguo, el de la fundación Paideia, una ONG dedicada a la integración de los menores.



Parada en Rúa de Francos

La siguiente referencia de la jornada nos queda bastante más lejos, en la población de Rúa de Francos, a siete kilómetros. Ese será el lugar elegido para hacer un alto. Hasta llegar a él seguimos atravesando aldeas, caminos diversos, líneas de ferrocarril e, incluso, un pequeño parque empresarial.

Finalmente, a las doce y media, llegamos al pequeño núcleo urbano de Rúa de Francos, donde nos detenemos por espacio de veinte minutos a tomar un refrigerio y sellar nuevamente nuestras credenciales. En el lugar hay un bonito y original cruceiro. Una vez más, el tiempo es espléndido. Desde aquí, nos faltan once kilómetros para abrazar al Apóstol.

Los últimos kilómetros del Camino

Como tantas otras veces, el último tramo de etapa acaba atragantándose un poquito. El sol aprieta cada vez más, el piso es ya de asfalto casi todo el tiempo, y los pies se resienten un poco.

Este largo trecho de once kilómetros hasta Santiago discurre por aldeas y pequeñas explotaciones agrícolas. Cada vez vemos más peregrinos.

Hay un grupo de peregrinas extranjeras que nunca terminamos de alcanzar. Conseguimos adelantarlas en los últimos kilómetros de la etapa, cuando ya empezábamos a divisar las agujas de la Catedral.

Algo antes de las tres de la tarde pasamos por delante del hospital y a las tres y media ya estábamos en el centro de la ciudad, en la Oficina del Peregrino, donde nos entregaron nuestras compostelas y nos pusieron el sello de la Catedral en las credenciales. Luego salimos disparados hacia nuestro hotel, en la zona de la Alameda de Santiago, para dejar nuestros bártulos.


Otro año en Santiago

Hoy hemos comido a las cuatro de la tarde en un restaurante de la Rúa do Vilar. De la comida, en esta ocasión, he de destacar los postres. Nos tomamos unas tartas de Santiago tan ricas que nos recomendaron que no las mojáramos con orujo —como hacemos habitualmente— y hemos dejado encargadas algunas para recogerlas mañana y llevarlas a Madrid. Nos dijeron que han llegado a tener pedidos, incluso, del palacio de la Moncloa.

Después de la comida, un paseo por la Catedral, luciendo nuestras recién estrenadas compostelas, y una visita al Santo, su sepulcro y el Pórtico de la Gloria, pusieron el digno colofón a este Camino de Santiago. Atrás quedaron 121 kilómetros plagados de anécdotas y, sobre todo, de un inmejorable ambiente entre amigos.



Por la tarde, una bien ganada siesta. Y a las nueve y media de la noche salimos para relajarnos un poco por las calles más céntricas de la vieja Compostela. Corrieron las cervezas y los vinitos, acompañados por platos de la tierra. Para variar, también hubo partidito en la tele, esta vez con un equipo gallego, Celta-Athletic (1-1). Y, sobre todo, hemos podido disfrutar del magnífico ambiente nocturno del fin de semana en una ciudad universitaria como Santiago.

Para rematar la jornada por la noche, unos exuberantes pelotazos en los animados bares de la santiaguesa plaza de la Quintana pusieron el adecuado punto final a una larga y exigente jornada.



El regreso a Madrid

En la mañana del sábado, tras desayunar y recoger las tartas que habíamos encargado el día anterior, sacamos algo de tiempo para hacer algunas compras. A las doce nos acercamos a la Catedral para asistir a la Misa del Peregrino. Allí nos encontramos con Estela, la hermana de una de las cuñadas de Toñín, que también concluía su Camino —el Francés— en Santiago.

Y después nos marchamos rápido a la estación de autobuses pues nuestro bus hacia Madrid salía a las dos menos cuarto de la tarde. Por cierto, que el recorrido en bus hacia la capital no ha podido hacerse más pesado. Parecía un coche de línea que paraba en todos sitios, con lo que ello significa de salir de la autopista, callejear por una ciudad y regresar otra vez.

Menos mal que las risas y el buen humor, y más con las grabaciones de Toñín en su móvil, nos ayudaron a llevarlo mejor.

¿Haremos más Caminos? Nunca se sabe... esa es una buena pregunta...

¡Buen Camino!

Videomontaje fotográfico de la etapa
(música de Bedrich Smetana "Mi patria")



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